Nueva Pandemia: La depresión. Tras el coronavirus
La «tormenta perfecta» que dejará el coronavirus a su paso
Hay personas que, ahora mismo, están viendo todo bajo un prisma gris – y no les falta razón. Ante una emergencia sanitaria que también está erosionando nuestra economía y ha dinamitado los pilares que nos brindaban seguridad, es inevitable sentir el pinchazo de la vulnerabilidad y la inseguridad.
Estamos atravesando una tormenta que nos ataca desde todos los frentes. Hay quienes están trabajando bajo una presión inaudita, exponiéndose día a día al contagio y la posibilidad de morir. Y hay quienes han perdido el trabajo y sienten el aguijón de la inestabilidad económica. Hay quienes han perdido a sus seres queridos, sin poder despedirse de ellos, condenados a sufrir su duelo en solitario.
Todas esas personas están experimentando, uno tras otro, los componentes emocionales que conducen a una «tormenta perfecta» para la aparición de la depresión: tristeza, irritabilidad, agotamiento y sensación de vacío.
Estar aislados en casa tampoco ayuda. El confinamiento puede disparar la depresión, sobre todo en el caso de las personas que están completamente solas.
Se ha comprobado que la soledad impuesta, esa que no elegimos, es un factor de riesgo para la depresión.
De hecho, un estudio publicado recientemente en The Lancet reveló que los efectos secundarios de la cuarentena más comunes son el estrés postraumático y la depresión. Y no es tan fácil deshacerse de ellos: sus síntomas pueden mantenerse tres años después de la experiencia.
La pérdida del sustento económico también conduce a la depresión, como demostró un estudio publicado en la revista Neuropsychiatrie.
La profunda inseguridad social que genera la pérdida abrupta de ingresos, sumado a los sentimientos de desesperanza, alimenta un estado de ánimo negativo que puede hacernos tocar fondo emocionalmente y del que no es fácil salir.
¿Qué podemos hacer para prevenir la depresión – a nivel individual y como sociedad?
“Para impedir una catástrofe, antes hay que creer en su posibilidad. Hay que creer que lo imposible es posible. Que lo posible siempre acecha. Incansable, en el interior del caparazón protector de la imposibilidad, esperando para irrumpir.
“Ningún peligro es tan siniestro y ninguna catástrofe golpea tan fuerte como las que se consideran una probabilidad ínfima; concebirlas como improbables o ignorarlas por completo es la excusa con la que no se hace nada para evitarlas antes de que alcancen el punto a partir del lo improbable se vuelve realidad y, de repente, es ya demasiado tarde para atenuar su impacto, y aún más para conjurar su aparición.
Y sin embargo, eso es precisamente lo que estamos haciendo, o mejor dicho ‘no haciendo’, a diario, irreflexivamente”, alertó Bauman.
Vale aclarar que ahora mismo, el nivel de estrés, ansiedad o tristeza que experimentamos es una reacción perfectamente normal a los acontecimientos que estamos viviendo y no se deben confundir con un trastorno psicológico.
La depresión no se produce de la noche a la mañana. Y es precisamente eso lo que nos deja un margen de acción para evitar que se convierta en la próxima epidemia, como parece estar ocurriendo en China, donde el 16,6% de las personas ya reporta signos de depresión severa o moderada, según un estudio de la Sociedad de Psicología China.
A nivel individual, necesitamos aprender a gestionar el estrés y asumir la soledad como una oportunidad para estar a solas con nosotros mismos y reconectar con nuestros sentimientos.
Este es un buen momento para aprender técnicas de meditación mindfulness y profundizar en la filosofía budista porque nos ayuda a lidiar con los tiempos inciertos manteniendo nuestro equilibrio mental.
La filosofía y la psicología, ahora más que nunca, pueden convertirse en tus aliadas.
Sin embargo, no podemos esperar que el individuo combata solo contra los problemas estructurales y sistémicos que ya son endémicos y lastran nuestra sociedad.
“Nunca es agradable estar enfermo, pero hay ciudades y países que nos sostienen en la enfermedad, países en los que, de cierto modo, puede uno confiarse. Un enfermo necesita a su alrededor blandura, necesita apoyarse en algo”, explicaba Camus.
Si una sociedad y un sistema no aporta eso, no se preocupa por sustentar a los más vulnerables, tanto desde el punto de vista físico como psicológico y económico, aboca a una parte de sus ciudadanos a la depresión más profunda.
Necesitamos saber que no estamos solos. Que no nos han abandonado. Que podemos contar no solo con otras personas sino también con una red de apoyo institucional.
Eso nos reconforta, nos permitirá recuperarnos antes y trabajar juntos para reconstruir los sueños.
Necesitamos reconocer que el plan inicial falló. Ya hemos dejado atrás a miles de personas, esas que han perdido lo más valioso: su vida. Ahora tenemos que asegurarnos de no dejar atrás a las nuevas víctimas de la crisis social.
Y si el sistema que tenemos no nos permite hacerlo porque es demasiado rígido como para que entre un resquicio de humanidad. Tendremos que cambiarlo. Sin excusas. O estaremos condenados a repetir los mismos errores. Una y otra vez.
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Fuentes:
Brooks, S. et. Al. (2020) The psychological impact of quarantine and how to reduce it: rapid review of the evidence. The Lancet; S0140-6736(20)30460-8.
Cooper, B. (2011) Economic recession and mental health: an overview. Neuropsychiatr; 25(3): 113-117.
Pariante, C. M. & Lightman, S. L. (2008) The HPA axis in major depression: classical theories and new developments. Trends Neurosci; 31(9): 464-468.
Bauman, Z. (2007) Miedo líquido. Barcelona: Ediciones Paidós.
Cacioppo, J. T. et. Al. (2006) Loneliness as a specific risk factor for depressive symptoms: Cross-sectional and longitudinal analyses. Psychology and Aging; 21(1): 140–151.
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