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Miguel Adrian Miranda Vega

Síndrome de Burnout en madres: Cuidar de los hijos agota más que trabajar


Mantener la casa limpia y en orden, preparar la comida (preferentemente saludable), llevar a los niños al cole y asegurarse de que no se pierdan las actividades extraescolares, mantenerse al tanto de sus deberes escolares, jugar con ellos, ir de compras, llevarlos al pediatra, lavar la ropa sucia…

La lista de tareas diaria de muchas madres y padres puede ser muy larga y agotadora. Sin embargo, la sociedad no suele reconocer ese duro esfuerzo. Muchas personas, sobre todo quienes no son padres, piensan que es mucho más agotador salir a trabajar fuera que quedarse en casa cuidando de los niños.

La situación empeora cuando quienes piensan eso son familiares cercanos, que no entienden por qué el padre o la madre están agotados. De hecho, no hay nada más poco empático que la pregunta: “¿Por qué estás cansada? No trabajas, solo te has quedado en casa cuidando de los niños”.

Investigadores de la Universidad Católica de Lovaina han entrevistado a casi 2.000 padres, fundamentalmente madres, y han llegado a la conclusión de que los quehaceres domésticos y el cuidado de los hijos también puede llegar a ser extremadamente agotador, a veces mucho más que trabajar fuera.

Estos psicólogos descubrieron que el 13% de las madres experimentaba un nivel de agotamiento elevado, al cual se le suma un profundo sentimiento de incapacidad para lidiar con todos los quehaceres cotidianos. De hecho, 1 de cada 10 madres reconocieron que las tareas domésticas y el cuidado de sus hijos comprometía seriamente su salud física y emocional.

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Los síntomas del Síndrome de Bornout en madres y padres

En los últimos años, cada vez más psicólogos están señalando que el síndrome de burnout no solo ataca a quienes realizan trabajos estresantes y demandantes sino que también puede afectar a los padres. De hecho, la primera referencia al síndrome de burnout en madres data del 1989, en Estados Unidos, donde este fenómeno ya era más evidente.

El síndrome de burnout es una respuesta del organismo cuando ha estado sometido durante cierto periodo de tiempo a un estrés intenso. Se produce cuando nos exigimos demasiado y llegamos al punto en el que nuestras fuerzas y/o recursos psicológicos se agotan.

Los síntomas más comunes del síndrome de burnout en madres y padres son:

– Cansancio crónico. El síndrome de burnout se manifiesta a través de un cansancio extremo. El padre o la madre agotada sentirá que no tiene fuerzas para nada, desde el mismo momento en que se levanta de la cama. Aunque duerma, el sueño no resulta reparador. La más mínima tarea le demanda un esfuerzo colosal y a menudo desarrolla una sensación de apatía que le lleva a vivir en piloto automático.

– Distanciamiento emocional. Los padres y madres agotadas suelen desconectarse emocionalmente de la situación que les está generando el estrés. Se trata de un mecanismo de defensa psicológico para protegerse debido a la fatiga parental extrema que sufren. Estos padres se limitan a brindarle los cuidados básicos a sus hijos, se preocupan por bañarlos, alimentarlos y llevarlos a la escuela, pero no son capaces de involucrarse emocionalmente y responder con sensibilidad a las necesidades emocionales de sus hijos.

– Irritabilidad. Las madres agotadas suelen reaccionar con irritabilidad, por lo que es común que comiencen las peleas de pareja por motivos intrascendentes o que apliquen castigos desmesurados a los niños pues se produce una pérdida de la perspectiva. El problema es que el autocontrol es una capacidad limitada que termina agotándose, por lo que llegados a cierto punto, se abren las compuertas y al padre o a la madre le resulta muy difícil controlar sus reacciones. Las emociones están a flor de piel, por lo que también es común que aparezcan ataques de llanto sin motivo aparente o que la más mínima tarea se convierta en una fuente de estrés y preocupación.

– Problemas de memoria y concentración. La atención y la memoria son las funciones cognitivas que más se afectan en el síndrome de burnout. La mente de la madre agotada simplemente se “desconecta”, cuando llega el punto en que se satura demasiado. Como resultado, le cuesta prestar atención incluso a las tareas más banales o en mantener el hilo de una conversación. En algunos casos puede padecer una “niebla mental”, un estado extremadamente frustrante en el que le cuesta trabajo pensar con claridad. Obviamente, si la madre agotada no es capaz de prestar atención, comenzará a tener problemas de memoria, que primero se manifiestan como pequeños olvidos pero que pueden empeorar, como olvidar la cita con el pediatra o incluso recoger al niño en el colegio.

– Sensación de incapacidad. Uno de los síntomas más terribles del síndrome de burnout en madres y padres es la sensación de incapacidad que les asalta. El agotamiento psicológico y físico es tan extremo que los padres comienzan a pensar que no son capaces de cuidar a sus hijos adecuadamente. Dudan de sus capacidades y aptitudes como padres, lo cual puede conducirles a un cuadro depresivo.

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Las causas de la fatiga parental

“La madre perfecta no grita, no se desespera, no pierde la cordura y, sobre todo, no existe”, leí en una ocasión.

Sin embargo, los padres de hoy se exigen demasiado. De hecho, los estudios señalan que la fatiga parental suele ser más común en quienes han esperado con ansia el momento de tener un hijo y las personas controladoras que se entregan excesivamente al cuidado de los mismos, desarrollando una actitud sobreprotectora y aprehensiva.

Por supuesto, también influyen las creencias sociales. Los psicólogos han puesto en el punto de mira la “crianza positiva” que se ha popularizado en las últimas décadas. Según este modelo, los padres deben mostrarse cálidos, comprensivos y sensibles, valorando a los niños como personas independientes que tienen sus propios derechos.

El problema es que este modelo no se puede aplicar todo el tiempo. Los padres son personas que tienen sus días malos, frustraciones, problemas y también pierden la paciencia. La dificultad para seguir el modelo de crianza positiva conlleva a un idealismo frustrado que les hace sentir mal, generando la sensación de que no son capaces de criar correctamente a sus hijos.

En la aparición de la fatiga parental también influye el hecho de que la autoridad de los padres se ha ido debilitando en los últimos años, lo cual ha conllevado a la pérdida gradual del respecto por parte de los niños, haciendo que el ejercicio de la paternidad o la maternidad sea aún más difícil, si cabe.

Y a todo ese se le suma la necesidad de empoderar a los niños, preparándolos para su vida futura, de manera que los padres deben asegurarse de que acudan a las actividades extraescolares adecuadas y desarrollen al máximo sus capacidades. Los padres de hoy se sienten responsables por el éxito de tus hijos mañana, de manera que se esfuerzan por hacer todo lo posible, y hasta lo imposible, por alfombrarles el camino al éxito.

Ese cúmulo de expectativas sociales añade una gran presión, por lo que no es extraño que hoy se haya instaurado el síndrome de burnout en madres y padres.

¿Cómo lidiar con el síndrome de burnout en madres y padres?

  1. No pretendas ser una madre o un padre perfecto

Exigirse demasiado, pretendiendo cumplir con todas las expectativas sociales sobre lo que implica ser un “buen padre» o una «buena madre” solo sirve para añadir una tensión excesiva a la crianza. Recuerda que tus hijos no necesitan que seas perfecto/a, solo necesitan que estés a su lado para apoyarlos. No existe una forma de educar correcta que garantice el éxito de los niños, por lo que lo mejor que puedes hacer es amarles y aceptarles.

  1. No quieras que tu hijo sea perfecto

Los niños necesitan ser felices, no ser los mejores. Si reduces tus expectativas sobre tus hijos, te quitarás un peso de encima y, de paso, se lo quitarás a ellos. Si siempre intentas moldear a tu hijo en contra de sus deseos o carácter, las batallas serán constantes, lo cual aumentará tu desgaste emocional. Una crianza realmente positiva es aquella en la que todos se sienten bien y disfrutan de la compañía del otro.

  1. Enfócate en lo positivo

Para evitar el síndrome de burnout, es fundamental que aprendas a centrarte en lo positivo, en las cosas que haces bien, en las gratificaciones que te reporta tu relación con tu hijo y en los logros que ambos habéis alcanzado. No se trata de tapar el sol con un dedo ni de desarrollar un optimismo tóxico, sino de comprender que un pensamiento más positivo te ayudará a sentirte mejor.

  1. Pasa tiempo contigo, a solas

Deja de culparte. Recuerda que para cuidar de quienes amas, primero debes cuidar de ti. El tiempo a solas contigo es esencial para que recargues las baterías. No te sientas culpable si necesitas desconectar cada cierto tiempo y asegúrate de planificar tu agenda cotidiana para que tengas un espacio para ti. Ese oxígeno psicológico te protegerá de la fatiga parental.

  1. Enriquece tu mochila de herramientas parentales

Existen pequeñas herramientas psicológicas que pueden marcar un antes y un después en tu vida diaria como madre o padre. Por ejemplo, practicar el meditación mindfulnesso dominar ejercicios de respiración que te permitirán asumir el día a día con una actitud más relajada. También es conveniente que aprendas a priorizar las tareas según su importancia, para que no te agobien demasiado. Asume que hay cosas que no podrás hacer. Y no pasa nada por ello.

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Fuentes:

►Roskam, I. et. Al. (2017) Exhausted Parents: Development and Preliminary Validation of the Parental Burnout Inventory. Front Psychol; 8: 163.

►Lindström C., Aman J., Norberg A. L. (2011). Parental burnout in relation to sociodemographic, psychosocial and personality factors as well as disease duration and glycaemic control in children with Type 1 diabetes mellitus. Acta Paediatr; 100: 1011–1017.

►Norberg A. L. (2010) Parents of children surviving a brain tumor: burnout and the perceived disease-related influence on everyday life. J. Pediatr. Hematol. Oncol; 32: e285–e289.

Pelsma D. M. (1989). Parent burnout: validation of the maslach burnout inventory with a sample of mothers. Meas. Eval. Couns. Dev; 22: 81–87.

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